Con una propuesta como la aquí sugerida, de una nueva estructura del sistema de salud pública, con flujos de financiamiento diferenciados, evitando conflictos de interés, con supervisiones y apoyos calificados, y con servicios compartidos eficientes que evitan redundancias, se tendría una configuración con objetivos claros en cada institución, aprovechando sinergias entre todos los organismos e instituciones participantes del sistema.
Es necesario concluir el desarrollo de una estructura y gobierno de salud de este tipo para garantizar a la ciudadanía el aseguramiento universal, así como para implementar y lograr extender al máximo alcance un Plan Esencial de Aseguramiento en Salud que se beneficie de la ventaja de un sistema funcionando a todo su potencial en virtud de la eliminación de sus limitaciones subyacentes.
En el mediano plazo, se tendrá un sistema en que las IAFAS adquieran, por convenios y contratos, de manera cruzada, servicios a las diversas prestadoras de salud, a conveniencia de los usuarios.
En cuanto a la prestación, hoy no es el momento de plantear la integración, que en ocasiones se ha debatido. Las prestadoras del sistema público tienen un importante trabajo por delante que, no sólo debe realizarse para mejorar la atención a los asegurados, sino que debe llevarlas a converger en cuanto a la adopción de buenas prácticas que, en un futuro, hagan esta integración fluida. Hoy el órgano rector, reforzado en su calidad de tal, debe establecer criterios de convergencia a cada institución gestora de un subsistema de salud, basados en indicadores de gestión y teniendo como objetivo la maximización de años de vida saludable (AVISA), de forma que en un futuro esa opción de integración pueda estar abierta a realizarse sin las grandes dificultades que hoy se presentarían (disparidades salariales y de condiciones laborales en personal de salud, presupuestos per cápita diferentes para los mismos servicios, petitorios de medicinas e insumos diferenciados entre entidades, tarifarios obsoletos y costos reales desconocidos para servicios similares, diferentes realidades administrativas y organizacionales, falta de estandarización en la práctica médica, entre otros).
Conclusión Final: Resolver Limitaciones Actuales y Comprometer Esfuerzos
Considerar como un sistema a la salud pública nacional permite llegar a soluciones realizables acerca de cómo encarar la multiplicidad de inconvenientes que afrontan los asegurados. Ellos se enfrentan a los efectos de un número finito de limitaciones subyacentes que restringen la capacidad del sistema de poder rendir en todo su potencial, aprovechando la excelencia de sus profesionales más experimentados y calificados en salud. La buena noticia es que la acción puede centrarse en pocas iniciativas concretas claramente identificadas, más allá de lo inmanejable que parece a la población estar inmersa en numerosas situaciones indeseables que perjudican su recuperación.
Lo primero es llegar pronto y de manera proactiva al ciudadano a través de un 1er nivel de atención cercano; esto es posible si lo primero que hacemos es pensar en él, su familia y su comunidad, como el centro de los esfuerzos y las inversiones. Éstos, sin embargo, se perderán si no los dirigimos hacia estructuras, procesos y personas organizadas de forma que los aprovechen óptimamente. No se puede seguir pensando sólo en pequeño ni en el aquí y ahora que perenniza la ineficacia en proporcionar bienestar en salud, el objetivo de partida. También hay que hacerlo, y actuar sobre lo urgente para mitigar los efectos indeseables de hoy, pero esto no puede ser todo lo que se hace por la salud. Crear redes integradas bien dotadas que, por su escala y capacidad, podrán brindar salud de forma más efectiva, es un imperativo que compromete a dejar de lado visiones más estrechas y localistas para unir esfuerzos que den estos resultados tan esperados. Éstas no funcionarían si , a la vez, no se adoptan prácticas y tecnologías probadas que permitan tiempos más cortos, atenciones más eficaces y decisiones más oportunas y acertadas para el bien de pacientes individuales que confían su historia médica a los doctores que los tratan, información que luego puede usarse para identificar como ayudar a los grupos poblacionales en riesgo. La indeseable corrupción no sólo debe ser combatida en los servicios brindados y en la compra y distribución de medicinas y otros insumos, sino que debe ser evitada en su origen mediante procesos controlados y diseñados a prueba de ella.
Es con una estructura ordenada, con claridad de roles y objetivos que la salud en el Perú progresará. Y es en el seno de esta estructura bien gobernada y financiada que se podrán discutir otros temas que ocupan y preocupan, pero no son la esencia del despegue que necesitamos: inversión pública y/o privada en salud (ambas pueden y deben primero funcionar bien) y dónde hacerla; si alguna institución de salud debe o no pertenecer al ámbito de algún ministerio u órgano del estado (MTPE, FONAFE, SERVIR); entre otros.
Es clave alinear los esfuerzos del estado, la empresa privada, los trabajadores del sistema de salud y la población usuaria para emprender y gestionar exitosamente este cambio, comprometiendo al país en esta reforma fundamental y tanto tiempo postergada. La tarea no es fácil, pero desde ya estamos en deuda con las generaciones futuras del Perú que merecen disfrutar de la mejor salud que podamos ofrecerles.